Gran noche la vivida hace dos semanas. El auditorio Miguel Delibes estaba de enhorabuena. Recibía al gran Rufus Wainwright y en un formato orquestal. El artista canadiense que atrajo hasta Valladolid público norteamericano presentó su espectáculo conocido como Classis Rufus, en el que destacaron sus adaptaciones de los poemas de Shakespeare.
El cantante estuvo magistralmente secundado por la OSCYL y su director para la ocasión, Andrés Franco. El concierto fue dividido en dos partes. La primera de ellas como definió Rufus suponía el concierto serio y en ella interpretó integramente sus cinco sonetos de Shakespeare. Aunque tres de ellos están recogidos en su último álbum All Days are Nights: Songs for Lulu sonaron muy distintos debido al acompañamiento de la orquesta. Rufus mostró su mejor calidad vocal e imprimiendo en ellas sus más profundos sentimientos.
En la segundo parte, mucho más informe, Rufus nos permitió aplaudir entre canción y canción, mostrándonos repertorio de su discografía como fue Little Sister, Vibrate o This Love Affair. Posteriormente entramos en otra fase del concierto, en la que de nuevo, con los sentimientos a flor de piel nos interpretó tres extractos de les Nuits d'été de Berlioz. Como una de las múltiples anécdotas que nos comentó el canadiense a lo largo del concierto, nos dijo que casi tuvo un accidente de tráfico al oir por vez primera la canción Le spectre de la Rose. Otra vez, el público fascinado con la versatilidad del cantante. Por si no era poco, llegó el turno de You Go to My Head, poniendo de manifiesto su devoción por Judy Garland y dejando lucirse a todos los componentes de la orquesta.
Ya en la recta final del concierto interpretó la archiconocida Over the Rainbow, pero no fue una versión como otras, sino una versión iniciada a capella que fue ganando potencia con los arreglos orquestales hasta el increíble final. Como punto final de la programación oficial del concierto interpretó Oh What a World, perteneciente a su álbum Want One. La verdad, es que era la canción ideal para clausurar el concierto.
No era una noche cualquiera y eso Rufus lo tenía claro. Tras una estruendosa ovación, Rufus volvió a salir al escenario y esta vez solo ante el piano, nos interpreto el Halellujah. Nunca nos cansaremos de esta adaptación (bueno quizás también la de Christina está muy bien). Tras otra ovación, Rufus nos presentó su as guardado en la manga que fue el aria final de su ópera Prima Donna. El público de nuevo en pie, ante otra genialidad de la producción made by Wainwright. Por último, y completamente improvisada según el (yo me lo creo), nos dejó su famoso y pegadizo Poses y ese estribillo final que dice oh no oh no oh no, que nos dejó un gran sabor de boca y la sensación de que noches así difícilmente se volverán a repetir... al menos a 30 km de casa.
Imágenes realizadas por Toni Delong.
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