El pasado lunes tuvimos el honor de poder ver a Matt Elliott en Zamora, de nuevo sobre el escenario de la Sala Berlín. Como ya sabíamos de antemano, los conciertos de Matt Elliott son muy especiales y como muestra de ello el formato del concierto ya es en sí una novedad.
Matt se vale de él mismo, es decir, de su propia voz, de su propia guitarra y de sus propios pedales y demás aparatos. Lo cierto, es que no necesita más para sugerir con su música y es que la palabra sugerir es la más adecuada. Mediante canciones como Dush Flesh and Bones, con la que abrió el concierto, es capaz de meternos en esa atmósfera melódica que rodea toda su música.
Su potente y desgarradora voz, modulada de mil formas diferentes mediante un sistema de loops recrea todos esos paisajes que podemos encontrar en su trilogía de discos Failing, Drinking and Howling Songs. De la mayoría de ellos Matt recuperó canciones como Something about Ghosts o la increíble Howling Song en la que las voces superpuestas recrean un auténtico coro de penitentes.
El concierto se centró en su último álbum, The broken man, quizás el único que guarda un leve halo de luminosidad. De él nos dejó impresionados con Oh how we fell o The Pain that's yet to come. De este modo, el concierto se adentró en su parte final y Matt nos dejó una de sus más bellas composiciones, Also run, canción que encierra frases como I can't wait for you to die... I will haunt you in your sleep. Depués de ésta nos brindó dos bises más que se convirtieron en cuatro tras el clamor popular.
Quedan ya pocos músicos con esta capacidad para transportarte al universo de sus canciones, universos atormentados como el de Matt, pero que siempre encuentran el alivio en el oído del público. Y es una vez más queda claro que la música no se puede describir con palabras.
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