Desde finales de los 90, Death Cab For Cutie han sido uno de los grupos que más fama han obtenido en la escena alternativa americana, llegando a firmar con la gran discográfica Atlantic Records en 2004. Ya son 7 los discos que han publicado los de Washington; caracterizándose principalmente por las letras y la voz de su cantante, el eternamente adolescente Ben Gibbard. Gibbard pasó de cantar canciones tristes a un público reducido a verse inmerso en una popularidad inesperada para alguien sin grandes pretensiones, llegando incluso a contraer matrimonio con la famosa Zooey Deschanel en 2009.
Tres años después, Ben; ya divorciado de Deschanel, anuncia Former Lives como una colección de canciones que ya llevaban tiempo escritas pero que nunca habían sido parte de un disco de Death Cab. La primera palabra que se viene a la cabeza al leer esto es; por supuesto, "descartes". Sin embargo, sería injusto no darle una oportunidad a alguien que lleva demostrando ser capaz de crear grandes canciones durante toda su carrera.
El disco comienza con la simpática y corta a capella "Sheperd's Bush Lullaby", seguida de la sencilla progresión de acordes de "Dream Song", acompañada con una infecciosa melódica. "Teardrop Windows" y "Bigger Than Love" son dos de los más claros ejemplos de que este disco no se trata de innovar y buscar nuevos sonidos. Pese a estar muy lejos de ser malas canciones el sonido Death Cab es demasiado evidente y no podemos evitar pensar que este Former Lives ha sido sólo un pasatiempo con el que Ben ha querido entretenerse, dándole un uso a todas estas canciones escritas desde hace años.
Después de la mariachi "Something's Rattling" nos encontramos con el que es sin duda el mejor tema de todo el disco: "Duncan, Where Have You Gone?", sustentada en un piano que recuerda inevitablemente a "Whiter Shade of Pale". Pese a ser más que obvio que estas no son las mejores canciones que ha escrito, son más que aceptables y consiguen entretener sin llegar a emocionar.
Las 5 canciones restantes se separan en cierta forma del sonido al que nos tenía acostumbrados, llevando el disco a un terreno más acústico y folk. Gibbard no se desenvuelve tan bien como en los primeros cortes del disco; sin embargo, es un sonido ligero y fácil de escuchar que no se hace aburrido, y es de agradecer que no todas las canciones sean tan similares a lo que ya nos ofrecía con Death Cab.
En definitiva, quien busque en este álbum a Ben Gibbard lamentándose por su fallido matrimonio quedará decepcionado. Es un disco que se puede disfrutar si no se espera nada de él y se trata como lo que es: una colección de descartes.
5/10
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