Fuck it, dog, life’s a risk. Por si alguien se preguntaba qué demonios significa FIDLAR, ahí lo tiene. Un YOLO en versión mierder. Que el nombre del grupo sean las siglas de una frase tan ridícula no es casualidad. FIDLAR son el último grupo que ha pegado el pelotazo de esta ola de punk rock americano de skaters y surferos. Oh, los estereotipos. Al igual que tantos otros, FIDLAR son de Los Angeles, y todas sus canciones hablan de droga, alcohol, mujeres y punk. ¿Y para qué más? Fuck it, dog, life’s a risk. La que has liado, Nathan Williams.
Hay un exceso de grupos de garage punk en los últimos tiempos. No descubro nada nuevo si digo que esto de la música va por épocas, y que ahora, por lo que sea, el punk está de moda. Mencionaba a Nathan Williams no porque me parezca un referente, sino por la importancia de Wavves en el desarrollo del género en el mundo modernete, que ha abierto las puertas a muchos grupos jóvenes como los mismos FIDLAR, que ya fueron teloneros de Wavves. Por eso mismo, el mérito de FIDLAR para destacar entre tanto grupo es aún más grande. ¿Cómo lo hacen? Riéndose de la escena. De la escena, de ellos mismos y de lo que quieren. Qué más da, si están hasta las cejas.
“I drink cheap beer, so what? Fuck you” es la primera frase para el recuerdo que nos deja este disco. FIDLAR son esto. Gritos, power chords, baterías frenéticas y letras vergonzosas. No quieren ser tomados en serio, ni lo necesitan. Saben que nadie que escuche White On White va a fijarse en la letra, lo único que puedes hacer es mover el pie al ritmo de la canción mientras subes el volumen cuando llegan los solos de guitarra. Lo hacen tan bien que en Stoked and Brokey No Waves parece que Jay Reatard ha resucitado. Whore es otra de esas canciones que no pretenden ser tomadas en serio; seguramente escrita antes de una llamada telefónica embarazosa a una ex, tiene un toque más cercano al blues que funciona igual de bien.
No todas las secuencias básicas de power chords nos llevan al punk más primitivo. En FIDLAR también hay sitio para el pop, no hay más que verlo en la sesentera Max Can’t Surf. Quizá se hubiese agradecido alguna canción más de ese tipo, ya que estamos hablando de catorce temas más una pista escondida, para un total de 40 minutos, algo largo para un disco de este tipo. Zac Carper y Elvis (sí) Kuehn se reparten el rol de cantante a lo largo del LP, asumiéndolo Kuehn en los cortes más blues.
No estaría mal ver a los californianos en otros registros, como hacen en la jangle-pop Gimmie Something. No hay duda de que no les disgusta salirse de lo habitual, hasta meten una guitarra acústica en una canción eminentemente punk como 5 to 9.
La clave del éxito del disco está en la esencia pop de cada canción. La gran mayoría tiene un gancho que nos hace querer escucharla otra vez, con estribillos enormemente adictivos como el de Max Can’t Surf o Blackout Scout. Sin embargo, temas como Wait For The Man estropean ligeramente el resultado final, sin ser una canción aburrida, no deja nada de lo que hablar. La canción final tenía que llamarse, cómo no, Cocaine, y resume un poco lo que es este disco: guitarras, excesos y ganas de pasarlo bien.
NOTA: 7.3
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